Naked city
Escrit per Cristina Arribas - 8 de febrer de 2021
Ciudades masivas y derivas urbanas
Naked city es el título de un fotolibro de 1945, un libro de fotografías del fotógrafo Weegee que se convirtió en un bestseller y en el que el autor documenta las múltiples facetas de la ciudad por excelencia, Nueva York. Pero también es el título de una película de 1948, inspirada en el libro, del director norteamericano Jules Dassin, y de una serie de televisión. Y también es el título de la conocida obra de 1957 del francés Guy Debord, y el de una canción de los ochenta del grupo Kiss, y el nombre de un grupo musical, y también de un álbum suyo de 1989. Naked city parece muy inspirador, parece que es un buen título.
La ciudad desnuda no debería ser necesariamente la ciudad vacía, pero sí la ciudad tal cual, incluso llena, sin ornamentos, la ciudad de verdad, cruda, sin filtros. La ciudad en esencia.
Recientemente, hemos podido experimentar nuestras ciudades vacías, sin filtros, llenas de pájaros, de aire, sin turistas, sin eventos, sin coches, sin personas, silenciadas, tapiadas. Unas ciudades que, según nuestra experiencia y nuestras rutinas, nos han parecido totalmente insólitas.
La multitud como síntoma de modernidad
Representación de la multitud en el arte y la literatura
Una de las temáticas que caracterizan a la modernidad es la multitud ociosa, aquella que goza masivamente de las playas, los hoteles, las piscinas, las calles comerciales, los espectáculos de masas; la multitud que se traslada en coche, en avión o en barco. La masa de consumidores “disfrutando” y consumiendo ocio.
Para enmarcar la representación de la multitud, habría que destacar el paso del capitalismo industrial al capitalismo de consumo, para poder hablar de las imágenes de multitudes consumidoras de ocio, más que de multitudes obreras o industriales. Parece que el siglo XX es el siglo del paso de la masa agresiva, derivada de la guerra, a una masa más ligada al ocio y, evidentemente, más festiva. Con la aparición, ya a finales del XIX, del nuevo fenómeno social a gran escala del ocio, se pudo pasar de una economía articulada sobre la producción a una economía articulada sobre el consumo.
Antonio Saura, Multitud, 1960
Juan Genovés, La captura
La representación de la multitud ha tenido una historia densa en el arte, y podemos remontarnos desde los guerreros de terracota de Xi’An (210-209 AC), pasando por La Libertad guiando al pueblo (1830) de Delacroix, en el que la multitud, sometida a un caudillo, actúa por iniciativa propia, y hasta un extenso número de obras a lo largo de la historia del arte. Quizás el nacimiento de la multitud política en el arte sea el grabado introductorio del Leviatán de Thomas Hobbes (1651) —un gigante artificial compuesto por la multitud de súbditos del Estado—, y destacaría, también, la selección fotográfica que Ernst Jünger preparó sobre la “movilización total” en El instante peligroso (1933), en el que se presenta el poder de las masas en actos políticos, desde desfiles a revueltas. La representación de la multitud en la historia del arte a través de la pintura o, después, de la fotografía, parece dar algunas pistas de lo que la masa significa y aporta a la nueva sociedad y a la modernidad.
En el siglo XX, la multitud que se manifiesta por las calles se convirtió en protagonista de una cierta poética o estética muy presente en el cartelismo político. Pintores como Antonio Saura o Juan Genovés las han cultivado también en su obra.
Si retrocedemos al siglo XIX, en pintura y en Cataluña, Ramon Casas se introduce por primera vez en la representación de la masa humana en su obra Corrida de toros (1884). La masa está esbozada, desdibujada, pero muy efectista. En la arena, en cambio, las figuras están mejor contorneadas y definidas. Parte de la crítica precisamente censuró que no fuera más realista y que para pintar a la gente de la masa solo utilizara manchas cromáticas. La masa es anónima y está creada principalmente por medio de manchas de color. Muy sugerente.
Ramon Casas, Corrida de toros, 1884
Un efecto análogo, aunque conseguido con otro procedimiento formal, se encuentra en La busca, de Pío Baroja, una narración en la que el protagonista, Manuel Aguilar, va a ver una corrida de toros, observa y juzga tanto lo que ocurre en la arena como en el público: “la plaza estaba llena. Se veían todas las gradas y tendidos ocupados por una masa negra de gente”. También muy sugerente.
Las masas de personas minúsculas son ahora el paisaje de la gran ciudad, y parecen evocar una imagen apocalíptica del siglo XX
Otra representación en pintura de la multitud, en este caso crítica, fue la que Georges Grosz hizo de Berlín, cuestionando, a principios del siglo XX y en plena I Guerra Mundial, los movimientos de masas independientemente de cuáles fueran sus posicionamientos. Es preciso tener en cuenta que su obra Metrópolis (1916-1917), por ejemplo, se encuadra en la nueva fascinación que intelectuales y artistas europeos sentían por todo lo americano como símbolo de la modernidad. La obra parece el resultado de los horrores vividos por el mismo artista durante este periodo. Las masas de personas minúsculas son ahora el paisaje de la gran ciudad, y parecen evocar una imagen apocalíptica del siglo XX. La obra de Grosz parece presagiar el destino final de esta modernidad, no tan perfecta como se había querido anunciar.
En el breve cuento de Edgar Alan Poe, El hombre de la multitud, de 1840, que constituye un testimonio del espíritu de la metrópolis del siglo XIX, se resalta la soledad humana dentro de una masa heterogénea, la necesidad forzada de contacto entre anónimos que parece no llevar a ninguna parte, un futuro decadente. El relato se inicia con una cita del francés Jean de la Bruyère: “ce grand malheur, de ne pouvoir être seul” (“qué gran desgracia la de no poder estar solo”), tomada de su obra Caractères. La misma cita puede encontrase en el primer cuento de Poe, Metzengerstein.
A diferencia de Freud (Psicología de las masas, 1921), que considera a la masa como encarnación del inconsciente colectivo, o de Ortega y Gasset (La rebelión de las masas, 1929), que traza un perfil desolador del hombre-masa aislado, carente de autoestima, anónimo, conformista, pasivo, sin cualificación intelectual, y que anticipa el poder de la masa que agitará la Europa de las dictaduras, Elías Canetti (Masa y poder, 1960), dibuja la masa estrechamente vinculada al orden social (la caza, la defensa, la conquista, la fiesta, la justicia, la religión). Distingue entre diversas formas de masa: la masa de acoso, la masa de inversión, la masa de lamento o, la que nos interesa en este texto, la masa festiva (que surge en torno al disfrute colectivo).
En el libro Historia del cuerpo (2006), cuando en el capítulo “Estadios. El espectáculo deportivo, de las tribunas a las pantallas” se introduce a la multitud, se elabora una clara progresión de cómo esta se apodera de las gradas deportivas para disfrutar del espectáculo: “Las masas de espectadores crecen inexorablemente. La ascensión es visible en la simple sucesión de grabados de la época: los ‘campeonatos del mundo de tenis’, por ejemplo, disputados en Saint-Cloud en 1913, se desarrollan ante tribunas improvisadas que contenían varias filas de espectadores; los mismos campeonatos en 1921 lucen tribunas sólidamente instaladas, estrechamente apretadas alrededor de la pista, y que disponen de más de veinte filas de espectadores; mientras que el torneo de la Copa Davis en Roland-Garros en 1932 se celebra ante tribunas panorámicas y elevadas en las que caben ‘diez mil espectadores anhelantes’”.
Para remarcar un hecho destacable en cuanto a técnica fotográfica, apuntar que en 1905 se crearon los primeros teleobjetivos, aunque no será hasta los años treinta, en el periodo de entreguerras, cuando se perfeccionará y mostrará a la multitud con un efecto mucho más efectivo. Este avance técnico de la fotografía permite que se muestren multitudes mucho más efectivamente a partir de ese momento. Weege, Feininger, entre otros fotógrafos, serán una muestra de ello.
Esta fotografía de Weegee, publicada a doble página en su libro Naked city, muestra claramente esta masa de bañistas en Coney Island, una masa primigenia y acéfala de la década de los años treinta del siglo XX, perteneciente a la cultura del tiempo libre.
También Andreas Feininger retrata multitudes urbanas en la ciudad, en la playa; en blanco y negro y en color. En su libro de 1964, New York, también se muestran otras que revelan el contagio de la estética pop: automóviles, cafeterías, carteles, erotismos varios, la piscina del Sheraton Motor Inn, la playa de Coney Island. La multitud es una constante en muchas de ellas. El libro se cierra con una imagen más moral, una fotografía de 1941 del cementerio judío de Queens.
Coney Island Beach, New York, 1940. Weegee
Andreas Feininger: Sunday at Coney Island beach, 1948 i Masses of tombstones in cemetery in Queens 1948
El cine también representó perfectamente a las multitudes. Ya desde las primeras películas de la historia, los hermanos Lumière documentaron a la multitud saliendo de la fábrica o llegando en tren a la estación en sus primeras películas, La salida de la fábrica y La llegada del tren, ambas de 1895. Se podrían enumerar muchas películas que muestran a multitudes. Las hay de todo tipo: ordenadas, caóticas, revolucionarias, multitudes que desfilan, se manifiestan, luchan, pero también multitudes que disfrutan, llegados ya a la sociedad de consumo y ocio de masas.
En la película Octubre de Serguéi Eisenstein, en la que se observa a una masa de manifestantes que huyen de las represalias del gobierno zarista y que iniciarían la revolución soviética, o las escenas míticas de su Acorazado Potemkin, donde el movimiento caótico de la multitud se va transformando en varias escenas en imágenes ordenadas y rítmicas de los soldados desfilando.
La multitud, la masa amorfa que disfruta del ocio, yace en la playa, en las piscinas, o se desplaza en manada, se aleja de las pinturas de Grosz o de las películas de Eisenstein, por su significado más cercano al ocio y menos a las multitudes trabajadoras, obreras, manifestantes o masas afectadas por la guerra, y se acerca más a las pinturas de Casas o a las fotografías de Weegee o Feininger. Un fenómeno de élites se transformó, tras la II Guerra Mundial, y con las vacaciones pagadas, en un fenómeno de masas, el turismo. El turismo de masas que se traducirá visualmente en estas multitudes ociosas que vemos en las tarjetas postales a continuación.
Multitud y Desarrollismo
A continuación, unas cuantas postales turísticas de los años sesenta y setenta, en las que la modernidad imponía llenarlo, construirlo, urbanizarlo, turistizarlo absolutamente todo.
La ciudad vacía como síntoma de virus
Para ser coherente con el silencio que transmiten estas imágenes y con el silencio que ha reinado en las calles de las ciudades, me limitaré a mostrar imágenes de una ciudad bien conocida y en un estado irreconocible e inesperado (no son necesarios pies de foto ni más palabras):
El silencio se rompía con mínimos mensajes que acompañaban a los locales cerrados:
Algunos carteles en locales durante el estado de alarma y confinamiento
El arte urbano, siempre actualizado, no ha hecho excepción esta vez:
Tres meses más tarde de este reciente parón sin precedentes, en la ciudad parece como si nada hubiera pasado. Si no fuera porque ahora hay que respirar dentro de una mascarilla, parecería que nada de esto ha sucedido. La multitud seguimos movilizándonos a la deriva de un lugar a otro… los de aquí para allá, los de allá para acá y, como no, con mucha prisa, incluso con prisa para “disfrutar” del ocio. Imágenes de arte urbano muy actual en diferentes barrios de Barcelona: paseo de Gràcia, paseo de Sant Joan, barrios de Gràcia y Ciutat Vella.
Imágenes de arte urbano muy actual en diferentes barrios de Barcelona: paseo de Gràcia, paseo de Sant Joan, barrios de Gràcia y Ciutat Vella.
Se necesitan planteamientos nuevos, desde cero, sin campañas políticas que busquen un buen eslogan, nuevas geografías experimentales que nos pongan en contacto con nuestro entorno, pero con una postura más crítica, activa y, sobre todo, real, ofreciéndonos otra mirada más social y cultural de nuestro mundo. Este sería un buen síntoma. Más silencio.